
Ella se llamaba Mirtha. Él, Pablo, pero le decían Cruz. Ese nombre se lo eligió él mismo cuando se convirtió en piloto.
Mirtha tenía mucho miedo de que Pablo partiera para luchar por las hermanas Malvinas, pero sabía que era su deber hacerlo.
Para eso él se había preparado toda su vida, y hasta lo nombraron Capitán en su grupo de aviones A-4.
Por más que el Capitán Cruz sabía bastante, la primera vez que voló para enfrentar a la cruel Inglaterra estaba muy nervioso. Tan nervioso que se equivocó y atacó a un barco de Argentina.
Cuando Mirtha se enteró quiso ayudarlo. Ella estaba segura de que, con su amor, él vencería todos sus miedos.
Y así lo hizo, emprendió un largo viaje para llegar hasta la base donde el Cruz estaba. Tuvo que viajar acurrucada en un avión cargado de bombas, pero llegó, le dio el beso de la suerte, y se volvió.
A partir de allí, el Capitán Cruz no tuvo más temor. Desde los barcos ingleses le tiraron hasta con zapatillas, pero los A-4 no aflojaban, jamás se rindieron.
¿Hay lugar para el amor en una guerra? El Capitán Cruz hoy nos dice que sí.
Prof. Silvio Simoncini / Dibujo: Kewois (adaptación).
 
											










 


 
						























