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Transcurría el año 1983 y encontrándome bajo Bandera en las filas del Ejército Argentino, más precisamente en el cuartel de la Escuela de Infantería Teniente General Pedro Eugenio Aramburu, sita en Campo de Mayo y perteneciente al partido de San Miguel,

Provincia de Buenos Aires, Argentina, en cumplimiento con la ley de Conscripción al servicio militar obligatorio donde con gran orgullo puedo decir que tuve el honor y el gran privilegio como ciudadano argentino de servir a mi país y a mi patria en momentos tan difíciles para los tiempos que corrían en ese año, donde además se vivían las graves consecuencias de la postguerra del atlántico sur donde una gran cantidad de jóvenes soldados de todas las fuerzas militares de nuestro país y en defensa de la patria entregaran sus vidas y su sangre en aquel suelo tan lejano y querido como lo son para nosotros nuestras entrañables Islas Malvinas.

En aquellos años y en los albores de un país en subdesarrollo como el nuestro que venía siendo azotado por distintos hechos violentos y de cruentas luchas armadas provenientes de grupos de distintas ideologías políticas que equivocadamente soñaban con cambiar nuestra gran historia forjada por aquellos valientes héroes y mártires, hijos de esta tierra, que todo lo dieron junto a su sangre por dejarnos un país soberano, independiente y libre de opresores extranjeros.

Como todos los que hemos vivido esta interesante experiencia militar, yo tengo mi relato, mi propia vivencia de Soldado o de Colimba, o como quieran ustedes llamarle.

Un día recuerdo bien que era sábado por la tarde transcurría el mes de Abril de ese mismo año, salimos junto a un compañero de armas y además coprovinciano, con el beneficio de salida o franco; ambos pertenecíamos a la compañía de comandos y servicios de la Escuela de infantería y que habíamos sido designados a la Sección Paracaidismo militar, prestando servicios en la sala de plegados de paracaídas, a cuyo cargo se encontraba el Suboficial Principal “paracaidista militar” Velázquez, y a su vez éste, bajo las órdenes de mando del Mayor Listorti, al que le debíamos el mayor de los respetos por ser el oficial en jefe de mayor rango en la compañía.

Una vez puertas afuera del cuartel nos dirigimos a la estación de ferrocarril “Sargento Barrufaldi” que se sitúa a tan solo 100 metros de la zona militar de donde pertenecíamos mi compañero y yo. Allí debíamos esperar la formación de tren que provenía desde San Miguel para llegar hasta la terminal de ferrocarriles Federico Lacroze, más conocida por “La Chacarita”, y una vez allí arribados teníamos que hacer combinación para tomar otro tren urbano hacia la zona de Retiro, donde abordaríamos finalmente el tren hacia la ciudad de Rosario y luego hacia la ciudad de Cañada de Gómez, Santa Fé que sería nuestro destino final del viaje aunque éste legendario Convoy perteneciente a la línea del ferrocarril Bartolomé Mitre, denominado “Rayo de Sol” continuaba su trayectoria hacia la ciudad de Córdoba Capital; pero bueno, el relato que se centra en esta historia tiene su génesis en el seno de la estación ferroviaria de Federico Lacroze.

Allí debíamos esperar un buen rato para seguir viaje, es por eso que mientras hacíamos tiempo con mi camarada, nos dispusimos a merendar algo rápido y al paso nomás, así que ambos nos compramos un delicioso sándwich de milanesa y una gaseosa cada uno, y mientras disfrutábamos aquel exquisito manjar comenzamos a caminar hacia nuestro andén ya que faltaban más o menos 25 minutos para que viniese nuestro tren.

Una vez en la plataforma divisamos a un grupo de hombres que cargaban grandes bolsos de viaje amontonando sus pertenencias y
bagajes en una singular pirámide, junto a unas especies de maletas tipo cajas de herramientas pero de nivel profesional.

Estos muchachos por sus aspectos y sus vestimentas, además de tener sus cabellos desprolijamente despeinados llevaban gorras, y la mayoría de ellos vestían sacos desgastados y bastante bien arropados por lo que deduje al instante y aún más teniendo en cuenta mi experiencia de haber trabajado desde muy jovencito y vivido en un pequeño pueblito donde todo el mundo se saluda dándose un estrechón de manos es que pude desarrollar mi sexto sentido de interpretar y conocer ciertas costumbres y hábitos de las personas que trabajan en los campos y obradores teniéndose que quedar muchas veces, semanas enteras en sus lugares de trabajo y arreglárselas para hacerse de comer, lavar sus prendas y tener que pernoctar durante varios días lejos de sus hogares y seres queridos así que ahora es donde comienza mi relato.

Resulta que estos hombres tenían aspecto de albañiles o tal vez pertenecían a un grupo de contratistas del rubro de la construcción general; sabiendo yo y habiendo tenido la propia experiencia de cuando fuí tambien obrero del gremio del que hago mención se que cuando un obrero especializado sale a trabajar lejos de de su zona de residencia debe ir aprendiendo distintas habilidades dentro de la rama de la albañilería, como saber reparar un caño de agua, hacer instalaciones y conexiones eléctricas, saber utilizar una soldadora electrica para reparar las herramientas, saber mucho de carpintería de obras, muchas veces para fabricarse una mesa, un par de bancos y también camas marineras hechas con las mismas tablas y maderas propias del obrador, es conveniente también tener conocimiento de mecánica ligera automotriz y además muy importante,y yo me atrevería a decir plenamente convencido que en un obraje o campamento de trabajo no puede faltar la presencia de un buen cocinero con ciertas habilidades para preparar un guiso carrero , unos sabrosos bifes a la criolla ,y saber preparar una buena masa para hacer pan casero , unas pizzas rápidas y alguna que otra torta asada al rescoldo con las brasas sobrantes del parrillero.

A todo esto doy fe y con conocimiento de causa porque lo he vivido y experimentado y es que vengo del seno de una familia de raíces inmigrantes y además muy buenos trabajadores del rubro de la construcción y afines, pero debo confesar que al ver a estos trabajadores tan ansiosos por regresar a sus hogares mi imaginación también aportó su granito de arena y es por eso que he puesto todo de mi para relatarles a ustedes ésta linda narración que va tomando forma y color con lo que se viene.

El protagonista principal de esta historia no soy yo, sino uno de los muchachos de aquella cuadrilla de laburantes y así lo voy a describir a continuación: hombre de aproximadamente unos 35 a 40 años de edad, contextura física robusta, cabellos lacios despeinados , altura 1,80 mts , una frondosa barba colorada , vestido con un pantalón vaquero y un saco de cuero del típico Gamulan color marrón , de esos que tenían lana de oveja en su interior y como detalle particular, el abrigo curtido no alcanzaba a abrochar sus enormes botones de madera en los ojales del saco, no teniendo para nada yo intenciones de tildar a este amigo de gordo, ni mucho menos panzón , yo más bien diría que el hombre estaba un poquito hinchadito producto involuntario del programa nutricional que recibiría en el obraje y es que además en épocas invernales uno debe alimentarse bien con comidas calientes y ricas en calorías y además para mantenerse fuerte en los trabajos rudimentarios del obraje.

Este sujeto era muy particular, y sociable con todos y al ir acercándose hacia donde estábamos parados con mi cumpa nos saludó muy amigablemente y pude ver que traía una guitarra con su respectiva funda colgada de su hombro izquierdo, y luego del saludo imitó un enérgico movimiento de “descansen armas” con la guitarra como si se trataría de un fusil imaginario lo que instantáneamente provocó una contagiosa risa en todos los que estábamos allí presentes; enseguida nos preguntó cómo estábamos y en qué lugar nos había tocado hacer la colimba, y además de que lugar éramos oriundos y todas esas simples y curiosas preguntas que el ciudadano civil suele hacer a los soldados, porque a quien no le tocó tener a un amigo o familiar en el servicio militar?, y que no hayan pasado por estas situaciones de tener que ir a las estaciones terminales de trenes o de ómnibus a acompañarlos y a despedirlos sin poder ocultar alguna escurridiza lágrima en rostro.

Volviendo al personaje de éste lindo loco, ahí nomás sacó un par de empanadas que traía en un envoltorio de papel y quiso compartir con nosotros su tan preciada merienda, pero no podíamos aún terminar de devorar aquel alpargaton de sandwich de milanga que recién íbamos a menos de la mitad y que todavía no le habíamos echado ni un sorbo a la gaseosa no nos alcanzaba la mandíbula para triturar el aquel manjar cuartelero!!.

Fué entonces que nuestro desconocido amigo tambien le arremangó dentadura a su deliciosa y casera empanada y al salto, uno de sus compas raudamente le acercó un vaso descartable con un tibio y sabroso vino tintillo que provenía de un tetrabrick extraído desde las más profundas entrañas de una desgastada mochila color marrón.

Aquel refrigerio al instante hizo cambiar el color del rostro del loco del gamulán como así lo he bautizado yo en mi escrito. A continuación éste desenfundó la encordada viola del estuche y mientras la iba templando lenta y suavemente con sus enormes y callosos dedos y ante la sorprendida mirada de todos los presentes en el lugar pronunció estas humildes palabras: “ He aquí y en honor a nuestra Argentina , nuestra querida patria” es que empuño mi guitarra para dedicar con todo mi cariño y respeto a ustedes los presentes, y en especial para mis amigos Soldados y también a aquellos héroes, los que quedaron en nuestras queridas Islas Malvinas para siempre! yo les dedico esta sentida canción con todo mi corazón!! .

Fué entonces que la música comenzó a rodar y rodar e hizo su encantadora magia cuando se oyeron los primeros acordes y su intérprete fue soltando su romántica voz por el hall de aquella antigua estación de trenes, y fué así que espontáneamente nos deleito y fue un hermoso e inolvidable momento por lo menos yo así lo sentí; tal vez para muchos ese día no haya sido importante en sus vidas y que aquel anónimo personaje solo pasó inadvertido para muchos, yo pienso totalmente lo contrario y creo que no solo nos regalo un pedacito de su tiempo sino que también nos brindó apenas quince o veinte minutos de su vida y hoy quizás nadie lo recuerde pero no fué así mis amigos!.. que ese día yo viví una experiencia irrepetible e inédita al ver a una persona con tan profundo sentimiento de humildad y amistad sin saber quienes éramos nos fué, contagiando de su propia alegría y felicidad a todo el mundo en aquella concurrida plataforma ferroviaria.

Ya la tarde se iba poniendo fresca y la luz natural del sol se empalidecía muy lentamente junto con las formaciones de vagones se iban achicando cada vez más en su nostálgica lejanía rumbo hacia sus respectivos destinos en la gran metrópolis, y mientras aquella melodía seguía sonando y resonando en mi cabeza yo me iba imaginando a mi querida familia aguardando allá en casa y también pensé en los familiares de aquellos amigos trabajadores que pronto llegarán a sus hogares a reunirse con sus seres queridos. Aquel momento fué breve, único y muy emocionante y aquella desconocida canción era un gran interrogante en mi memoria ya que nunca antes en mi vida la había escuchado, ni tampoco después de aquel día , y tal vez sería de su propia autoría o quizás de algún cantautor no muy popular o de identidad reservada que sé yo.

Por ahí me entra una nostalgia de aquellos tiempos de rebelde juventud y mi espíritu aventurero me desafía desde mi interior que más de una vez pienso que si algun dia pudiese viajar para aquellos lugares lo primero que me gustaría visitar sería aquella vieja estación Lacroze aunque nunca se pudiera revivir aquella emotiva tarde, recordaría a esos buenos tipos laburantes y les rendiria un sentido homenaje a ellos y a todos los trabajadores que descienden cada tarde de esos trenes al volver ansiosos e impacientes a sus hogares corriendo a abrazarse con sus hijos , esposa y demás familiares que aguardan con algarabía su regreso a casita.

Pasaron muchísimos años y he envejecido un poco , cada tanto suelo revivir estas historias de mis tiempos de soldado en alguna reunión con amigos, suelo ser yo el responsable de humedecer algún que otro rostro emocionado hasta las lágrimas y que de vez en cuando les canto con mi guitarra algún tema sentido y ahí es cuando renace la magia de las inolvidables noches de bohemia del tío Jochi; las anécdotas y vivencias del Soldado Dragoneante Clase 53 Coulin , más conocido por todos como el querido Tío Cacho; mi gran amigo Aldo en sus años de marinero y su paso por la Escuela de Mecánica de la Armada y que además he tenido el honor de conocerlo y ser su compañero y amigo en tiempos de mi paso también por la Armada Argentina, allá por el año 1982 y justamente un año antes de ingresar al Ejército Argentino como Soldado conscripto que es allí donde le doy vida a esta emocionante historia de “Vivencias de un Colimba”; mi entrañable Cumpa y amigo Pablito Comba que también fué soldado y aun lo sigue siendo para mí porque nos hemos jugado la vida juntos muchas veces en el frente de batalla; como también muchos otros hermanos de la vida que Dios ha puesto en mi camino, también “el Loco lindo del Chuky Paolo” que es una gran persona, compañero y amigo; y muchos más amigos de la Ranchada y de interminables madrugadas que no hace falta mencionarlos porque ellos bien saben que son parte de esta linda historia y todos juntos representan a aquellos locos bohemios que se nos cruzan a lo largo de nuestro camino y llegan a ser como hermanos que nos regaló esta hermosa vida.

Un dia, resulta que escuchando en mi casa un canal de música por medio de la nueva tecnología de internet tuve la gran alegría y satisfacción personal de rastrear a un autor intérprete que le cantaba al gran Río Paraná y luego de varios intentos de recordar alguna que otra estrofa de la tan misteriosa canción de aquel loco amigo del gamulan, logré descubrir que la misma existe y que además se encuentra registrada en SADAIC y se titula “ El duraznero” también figura como “Tesoro mio” y su autor es el conocido y mentado Cholo Aguirre, pero a todo esto debo hacer una importante aclaración y es la siguiente; resulta que nuestro tan querido Horacio Guaraní escribió en la recta final de su carrera y definitivamente radicado en los pagos de Luján, una bonita y emotiva canción a la que tituló “ El Duraznero” pero atención amigos!! no tiene ésta nada que ver con la canción que busque por tantos años y que fuera el pilar fundamental de esta historia; también es muy bonita su letra, y los invito mis amigos a buscarla y a escucharle a ambas y así podrán apreciar a estos dos poetas y autores Santafesinos que nos diera nuestra querida provincia invencible de Santa Fe.

Ramon Gimenez editado en fecha 05 de Abril del año 2020.-