
Allá por los años 60 y 70´se vivieron muchos sucesos históricos importantes a nivel mundial, en donde la población se vió frente a
desafiantes cambios, tanto de hábitos como de nuevas y desconocidas estrategias aplicadas a los distintos sectores que sostienen la economía global como por ejemplo la industria; el transporte marítimo, aéreo y terrestre; la agroganadería; las comunicaciones, como así también se realizaron una gran cantidad de descubrimientos importantes en la rama de la medicina como también en la ciencia; sectores que hicieron grandes aportes en beneficio de toda la humanidad; pero a consecuencia de ello también esto generó incertidumbres en casi toda población porque nadie se podía imaginar cómo sería el futuro que se avecinaba, y más aún en las clases trabajadoras y de menores recursos, ya se empezaba a percibir gran preocupación en la gente que por distintos factores, sea por la edad, por no poder adaptarse a los repentinos cambios y no poder contar con el tiempo, ni la posibilidad de insertarse en distintos programas de capacitación para el manejo de herramientas de tecnologías nuevas destinadas a incrementar la producción en relación a horas/hombre, muchísimas industrias se vieron en la necesidad de aplicar distintas maniobras con interesantes cambios radicales en sus diversas infraestructuras como así también incrementar notablemente su producción, reduciendo de tal modo una gran cantidad de personal y a consecuencia de ello fueron dejando a muchísima gente literalmente en la calle, y mientras tanto comunidades enteras veían opacar sus futuros comenzando a vivir una incipiente pero preocupante corriente migratoria de personas, familias enteras que se aventuraban a vivir una drástica odisea al dejar atrás su tierra natal emprendiendo rumbos totalmente desconocidos, quedando sus hogares desmembrados por salir en busca de nuevos horizontes, para hacerle frente a la situación que afectaba a miles y miles de familias de menores recursos sin distinción de razas, de ideologías religiosas, ni política, siendo así que las grandes ciudades se convirtieron en receptoras de un masivo arribo de compatriotas que de cualquier forma y medios se las arreglaban para llegar a esas desconocidas pero tentadoras urbes con un gran sueño a cuestas.
Es por eso que en aquellos tiempos se comenzó a avistar a personas foráneas quienes vestían ropas oscuras, algo desteñidas y harapientas ; con sus cabellos largos cubiertos por sus raras gorras de color gris, también sus frondosas barbas dejaban al descubierto ver extraños hábitos de una vida nómada y sufrida no muy habitual para la época, causando una sensación de desconfianza y temor en los habitantes del lugar. Los que ya tenemos medio siglo de vida y peinamos varias canas como el dicho bien lo dice, fuimos fieles testigos de algunas que otras historias de lo que les estoy relatando. Allí iban ellos con sus inseparables monos o bagayos colgando de sus cansados y deformados hombros, llevando consigo también su filosofía de vida haciéndolo a paso firme y cancino, trasladándose de un punto cardinal a otro, a lo largo y ancho de toda la extensión de nuestro gran territorio argentino. Estos individuos solían buscar siempre de acampar y descansar en cercanías del Ferrocarril, por que de ese modo encontraban con facilidad algún refugio para ponerse a resguardo de las inclemencias del tiempo, ya sea en vagones de cargas vacíos, los que esperaban su turno a un costado del carril de maniobras y que luego al cabo de un par de días debían ser enganchados en nuevas formaciones rodantes para seguir viaje, o en algún galpón cercano a la traza ferroviaria, cosa que si se detenía algún tren de cargas, les quedaba a un salto para poder abordarlo con facilidad y continuar luego con su incierto destino. Pero en todo pueblo siempre hay un Puerto Nuevo a lo desconocido, y el personaje que les voy a describir en esta historia fue uno de los tantos capitanes de su propio destino que se arraigó para siempre en mi pueblo, hoy orgullosamente ciudad .
Don Juan como todos lo conocimos, era un hombre muy particular y vivía en condiciones muy humildes y de extrema vulnerabilidad. El no era uno de los tantos linyeras trotamundos (como en aquella época se los llamaba), pero sí se parecía mucho a ellos en su forma de lucir su indumentaria; él era un “linye” pacífico y sedentario y se se las arreglaba para hacer su propia comida, la cual cocinada con leña y a fuego muy lento como era el andar propio de Don Juan.
Por las mañanas despreocupadamente y sin horario encendía lentamente la fogata y comenzaba calentando la pavita de aluminio recubierta con una espesa y renegrida capa de tizne, luego de unos buenos y amargos matecitos mientras el sol iba calentando gradualmente esas frías mañanas de invierno conforme se iba posicionando bien arriba sobre su cabeza, ahí él se disponía a revivir el débil fueguito sobreviviente de la noche e iba soplando y soplando las leñitas y cenizas hasta que los ojos se le cegaban del humo; un humo bien azul producto del efecto que provocan las reverdoneadas ramas de los plátanos que se erigían en aquel boulevard elegante y sombrío, el cual proveía dia a dia de su tan necesario recurso de combustión natural a nuestro amigo, y así él podía mantener caliente ese fiel compañero que era su “ Bandoleón” o brasero de barro hecho con sus propias manos de una vieja olla enlozada recubierta de adobe resistente a cualquier inclemencia climática, similar a la casita de un hornero que ni la intensa lluvia ni el granizo logran desintegrarlo. !Este fogoncito si que se la aguantaba bien!; en su parte superior tenía tres varillas de hierro de construcción de unos 6 milímetros de diámetro que conformaba la hornalla donde se asentaba la pava o la olla; más abajo y contra el piso tenía una ventanita para introducir las ramitas y yuyos secos que el viejo recolectaba en cercanías de su casita, la que se encontraba edificada en los fondos de un terreno propiedad de mi bisabuelo Luigi y que era utilizado como corralón o depósito donde se almacenaban distintos materiales para la construcción. Tras el correr del tiempo pasó a ser el hogar definitivo que refugió Don Juan Celani cuando recayó en su vejez, y debido a que éste no tenía familiares que se le conociera ni descendientes, es así como allí vivió hasta el final de sus días.
Cuentan en mi familia que Don Juan Celani trabajó en sus años mozos como peón de albañil, y era muy hábil y guapo para diversas tareas del rubro, nadie conocía su origen y que tal vez podría haber llegado a ésta ciudad siendo muy jovencito siguiendo esa corriente peregrina o tal vez su propio sueño libertario de vivir de un lado a otro tratando de conseguir trabajo en calidad de peón golondrina y luego seguir recorriendo caminos o tal vez radicarse en estas tierras y formar una familia o no.. valla uno a saber cuál sería su anhelo o planes para su vida. Era muy buena persona, respetuosa y honesta y fué por esa condición que el Nono Luigi lo entró a apreciar muchísimo debido a su incondicional lealtad y le dió un lugar donde dormir y luego lo llevó a trabajar a su obrador pasando luego y con el correr de los meses a ser como un hijo más para él.
Como era Don Juan?. Para que vuestra imaginación pueda volar y recrear el personaje y para los que no lo conocieron yo se lo voy a ir describiendo. Lo conocí allá por el año 1978, era un viejito chiquitito y encorvado por los achaques del tiempo y de la propia vida que llevaba; su atuendo único y exclusivo eran un pantalón color gris oscuro gastado y una chaqueta o saco similar a los que usaban los empleados del ferrocarril de color negro oscuro , calzaba alpargatas color negras, debajo puestas unas medias del mismo color y su infaltable gorra del mismo color que la chaqueta, la que cubría todo el tiempo sus despeinados y rebeldes cabellos de color oscuro y cenizas los que le sobresalían de ambos costados de su gorra como dos alas de aves intentando plegarlas al viento para alzar en vuelo ; su rostro era curtido y bien arrugado de tono cobrizo como el de esas de personas longevas típicas de las que habitan en zonas de grandes salinas, y sus ojos de color grisáceos, y según el día, a veces le cambiaban a color celeste como el mismo cielo que lo cobijaba al caer el resplandor de la tarde; respecto a su edad nunca la conocimos pero rondaría en los setenta y pico de años.
Era de muy poco hablar pero sí que le gustaba escuchar a la gente conversar y con los pibes de la cuadra él era uno más a la hora de la ronda que se juntaba en la esquina de mi casa a contar historias y si se armaba algún picadito de fútbol de arbol a arbol los cuales usábamos como arcos, esos enormes plátanos que le daban al boulevard el mejor de los paisajes y entonces la calle de tierra se transformaba en un gran campo de juego aunque nos pelábamos las rodillas al errarle alguno que otro voleo a la pelota de trapo, que si estaba media húmeda!! mamma mía cuando apuntábamos al arco y el arquero no era muy ducho para la atajada se la encajaban de lleno en la jeta” y a llorar a la esquina para no caer de pechito a la casa y así zafar de la chancleteada a cuenta que ya adeudabamos por andar haciendo travesuras! .Recuerdo una vez unos pibes de la otra cuadra nos buscaron tremolina y nos superaban en número y en altura así que la llevábamos de perder mal y se armó una gran corrida esa tarde, y Don Celani saltó al frente como un soldado y nos salió a defender, vieran ustedes el desparramo que se armó y la polvareda que sus alpargatas levantaron en medio de la calle!! parecía un remolino de tanta furia de aquel viejo defensor, pero después al rato y cuando ya había pasado toda la bronca se reía junto a nosotros diciendo “ esos no los joden mas a ustedes” y ciertamente fue así; los grandulones daban toda la vuelta a la manzana para no pasar frente a las casa por miedo a Don Juan. Así era él, un humilde y buen hombre, tranquilo y pacífico que se ganó el cariño y el respeto de todos los vecinos de mi cuadra. Una vez me contó mi querida madre que cuando ella era una niña lo conoció a Don Juan en sus años jóvenes cuando llegó a trabajar con su abuelo en el ramo de la construcción y que era la mano derecha del Nono y trabajó incansablemente a la par de él, pués el día que el Nono falleció ella lo vio a Don Juan llorar como un niño con tan profundo desconsuelo que se le escuchó decir entre sollozos “ he perdido a mi Padre” ya no será igual que antes porque lo voy a extrañar mucho y no paraba de llorar...
Como es el destino de las personas que siempre llega alguien a ocupar un lugar importante en nuestras vidas y que son como familia y nos sentimos acompañados y protegidos como en el caso de mi Bisabuelo Luiggi que vino de muy joven también desde su querida tierra de Italia dejando atrás familiares, amigos y sueños truncados para construir aquí un futuro mejor para sus descendientes, y siendo que en esta Tierra del nuevo mundo formó su nueva familia y junto a su amada esposa La nona Isolina, tuvieron cinco hijos que adoraron y amaron con todo su corazón pero aquí la vida les regaló un hijo más que quisieron y protegieron hasta el final de sus días, pero no termina tan rapido esta historia porque también Dios cruzó los destinos de más buenas personas yo diría Un Ángel protector, de buenos sentimientos, de un instinto profundo y maternal como en contadas veces se suele dar pero el universo y la divina gracia conspiran para que el amor de Dios haga su gran obra y es así que mi querida Madrina Lucía, esposa de mi tío abuelo Ítalo, hijo éste de mi bisabuelo Luiggi que en vida protegió a Don Juan Celani y que con su ejemplo de amor puro y paternal dejó su más preciado legado en la persona que cuidará a Celani y velará a partir de allí en adelante en sus necesidades básicas, así fué que mi madrina Lucía tomó la posta y el compromiso de cuidar al viejito Juan en su vejez no dejándole faltar ni un solo día su fiel viandita con sus exquisiteces proveían de muchas calorías y proteínas que mantenían así su cuerpo calentito en aquellos bravos días de invierno y que él mismo retiraba con su inseparable y tiznada ollita con tapa tipo bombe y además un par de varillas de rico y sabroso pan que también deleitaba por la tarde a la hora de la merienda disfrutando un buen jarro de mate cocido; también le preparaba ricas y sabrosas frutas como mandarinas, naranjas y deliciosas peras de agua que al viejo lo deleitaban como a un niño y también se ponía muy contento cuando le llevaban tabaco y papel para armar sus cigarritos aunque éste solía fumar también en su pipa curvada, pués cuando estaba de buen humor se sentaba en un pilarcito del tapial de frente de la casa de los nonos y miraba pasar los trenes de pasajeros y se ponía tan feliz que echaba y echaba humo! pitada tras pitada con su pipa viendo alejarse la caravana de vagones con una nostalgia tan emotiva que hasta se llenaban los cansados ojos de lágrimas a aquel viejo solitario.
Y así transitó sus días con su bohemia vida junto a su ranchadita de ladrillos y techo de chapas, junto a su fogoncito siempre encendido para mantener la olla y la pava calentitas como a su débil y desgastado cuerpo que ya el pobre no resistiría mucho tiempo más debido a que tosía y tosía mucho y cada vez más se deterioraba su salud pero él no hacía caso de dejar de encender sus cigarros armados y se negaba rotundamente a abandonar aquel hábitat de tantos años para llevarlo a una residencia para abuelos mayores donde recibiría buenos cuidados médicos y pasar así sus días en compañía de otras personas no había caso de convencerlo y es así que una mañana se notó su ausencia cerca del mediodía y nos extrañó muchísimo que no se acercara a la casa de Madrina Lucía a buscar la vianda y es por eso que entre los vecinos de la cuadra nos acercamos a la piecita donde él vivía y la puerta de madera estaba medio entreabierta y sobre un camastro de frazadas y otras prendas se podía ver a Don Celani acostado y bueno lo llamábamos y nada amigos, ya su cuerpo chiquito estaba tieso y muy frío cuando avisaron a las autoridades y ante el arribo de un médico se constató su deceso ya de varias horas dejándonos a todos muy tristes y con un enorme vacío por su partida y además saber que ya no tendríamos su compañía de todas las tardes, así se nos fué un gran amigo, un excelente persona cumpliendo su ciclo en este mundo pero dejando un recuerdo inolvidable en todo los que lo conocimos y compartimos lindos momentos de nuestra adolescencia y también él se llevó nuestro respeto y nuestro gran cariño y estoy seguro que después de tantos años transcurridos de esta historia de amistad y de entrega infinita nos debe dejar una gran enseñanza que es dar la mano y ayudar al semejante y velar por el prójimo a través de Dios, en Dios y para Dios..
Autor: Ramón Giménez





































