Por Gerardo Álvarez
Nota 1
Desde algo después de la constitución de la Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia, de Cañada de Gómez, en abril de 1920, y sobre todo por impulso
de su activo secretario, Vicente Leoni, quien después la presidiría durante largo tiempo, la mencionada institución impulsó la concreción de recordables actividades de extensión cultural que mucho contribuirían a la formación intelectual y artística de sus pobladores, en especial de quienes ejercían el magisterio o, al egresar de la joven Escuela Normal Juan Francisco Seguí, se estaban por sumar al conjunto de los que cultivaban ese oficio en sus pocas escuelas de entonces, en las de la Colonia o en las de pueblos vecinos. Y fue el propio Leoni quien explicó que esas actividades
«…tuvieron un principio con la sola participación de la Biblioteca, durante algunos años; luego con la colaboración de la ex “Extensión Cultural”. Más tarde surge la “Comisión Cultural”, en cuya fundación también contribuyó la Biblioteca, y con ella activa una obra ininterrumpida que puede presentarse como ejemplo en ciudades del interior por lo altamente encomiable…».
Así fueron escuchados, interrogados, cuestionados o aplaudidos «…conocidos hombres de ciencia, cultores de las artes y de las letras» que «iban desde el liberal hasta el católico militante, y aún el de extrema derecha», quienes llegaron hasta la ciudad recién declarada tal en una verdadera «cruzada cultural» que, en aquel entonces, contaba siempre con la desinteresada, generosa y decidida colaboración de escritores, científicos y docentes universitarios que adherían al mandato sarmientino de educar al soberano.
El primero de ellos que ocupó la tribuna de la Rivadavia fue el profesor Pablo A. Pizzurno, una figura señera del normalismo argentino que había nacido en Buenos Aires el 11 de junio de 1865; egresado en 1882 de la Normal de Profesores de esa ciudad; había dirigido la escuela superior José Manuel Estrada, concurrido como delegado del Consejo de Educación a la Exposición Universal de París, 1890, fundado el Instituto Nacional de Enseñanza Primaria y Secundaria; ocupado las cátedras de castellano y pedagogía en la escuela en la que se graduara, ejercido el cargo de inspector de colegios nacionales, escuelas normales e institutos especiales de la Nación, 1898, y sido inspector general de enseñanza secundaria, 1900, altas funciones a la que después se sumarían la dirección de la Escuela Normal de Profesores de la Capital y la participación en la Comisión Protectora de Bibliotecas Populares y en el Consejo Nacional de Educación
.
Además de ese meritorio desempeño en la docencia y en altos cargos de gestión educativa y cultural, Pizzurno fue también autor de varios libros y de centenares de trabajos y folletos o notas en periódicos y revistas, contándose entre los primeros La reforma de la enseñanza secundaria y normal, La educación común en Buenos Aires, La educación primaria, Noticia sobre la instrucción pública en la República Argentina, Las bibliotecas infantiles, La escuela normal, El maestro y la educación popular y también de recordables libros de lectura, como Pininos o El Nene.
Según las actas de la Biblioteca Rivadavia, la primera visita de Pizzurno fue gestada especialmente por dos de sus directivos, Vicente Leoni y Santiago D´Onofrio, joven dentista que entonces era vicedirector de la Normal Juan Francisco Seguí y luego dirigiría el establecimiento durante varios años, quienes se habían entrevistado por entonces con él, seguramente en Buenos Aires. La conferencia del ya prestigioso profesor, quien se refirió a Las Bibliotecas Populares y la Educación, tuvo lugar el 29 de abril de 1924 en el Teatro Cervantes ,y fue el inicio de una serie de destacadas disertaciones que en el último lustro de esa década pronunciaron los doctores Víctor R. Pesenti, Álvaro Becerra, Juan Lazarte y Alfredo Palacios, el escritor Salvador Merlino y los
profesores Rodolfo Senet, Rodolfo Llopis y el propio Pizzurno, que volvió a hablar en Cañada de Gómez, esta vez en el Teatro Verdi, sobre La Educación y la Paz entre los Hombres y los
Pueblos
En un acta de la Biblioteca Rivadavia en que se hace referencia a la aludida disertación del respetado educador de abril de 1924, Leoni dejó constancia de «... que el Sr. Pizzurno no aceptó el pago de los gastos de pasaje y hotel donándolos a la biblioteca», como así también de que la comisión directiva de la entidad había sido invitada al lunch que se ofrecería al distinguido visitante en la Escuela Normal, donde debió entablar una cordial relación con su joven y activo director, Rafael Figueroa.
Durante el transcurso del fructífero encuentro entre esos dos docentes tan singulares, quienes a la vez eran inquietos hacedores de hechos culturales, seguramente Pizzurno debió brindar a Figueroa sugerencias y consejos para hacer realidad su propósito de crear una biblioteca infantil y pedagógica en el mencionado establecimiento, en el que venía trabajando por lo menos desde el año anterior. Al respecto tiene sentido recordar que hacia 1923 la regente de la Normal, Delfina Palacios de Bortolatto, se llegó hasta la casa del respetado doctor Gonzalo Ignacio Beresiartu con un grupo de alumnas, entre quienes se encontraban Fulvia Ardigó, quien sería luego la primera maestra del preescolar, y su prima Goritzia Piccinini, después nuestra ciudadana ilustre, cuando se retirara de la docencia respetada regente de la Normal y en aquel lejano tiempo fundacional alumna de su departamento de aplicación, a fin de retirar unos libros por él donados con destino a la biblioteca que el director de la Escuela estaba formando, como ella misma lo relatara alguna vez.
«Vivía en una casa antigua, amplia, silenciosa, que de pronto, se iluminó con la presencia de tanta primavera vestida de blanco. Mientras los mayores hablaban sobre las perspectivas de la escuela, en otro sector de recinto las alumnas ordenaban los libros, pero también observaban y comentaban en voz baja: “Que casa triste”, “Como podrá vivir tan solo”, “Que raro que no se haya casado”, “Tal vez tuvo un gran desengaño”, “Quien sabe si tuvo alguna novia...” Entre tantas suposiciones y dudas, una joven integrante del grupo resuelve aclarar la situación. Sin pensarlo dos veces y con ese candor adolescente de las niñas de otros tiempos, le pregunta resueltamente: "Dr. Beresiartu, Ud. por qué no se casó?”. El doctor miró con simpatía. Sonrió. Y con ese don de gentes y esa galantería que lo caracterizaban, desconcertó a su interlocutora con esta respuesta: “Niña, yo no me casé porque cuando era joven no tuve la suerte de encontrar a una chica como Ud.” Yo no protagonicé este episodio. Lo recogí hace mucho tiempo en una tarde teñida de nostalgia y de recuerdos…».
La encantadora jovencita que dialogó con el Doctor y fue destinataria de su tan delicado halago era Fulvia Ardigó, quien después sería la primera docente del preescolar de La Normal, querida prima de La Señorita Goritzia, ahora ciudadana ilustre de Cañada de Gómez, que le narró la anécdota en aquella «...tarde teñida de nostalgia y de recuerdos…»
.La ambiciosa iniciativa se hizo realidad unos meses después, ya que la Biblioteca Infantil y Pedagógica fue fundada el 19 de julio siguiente, oportunidad en que Pizzurno retornó a Cañada de Gómez para presidir el acto inaugural. Y Goritzia Piccinini escribió con su habitual sencillez, un vívido testimonio del día tan particular en que se constituyó dicha biblioteca, a la que se impuso el nombre de Pablo A. Pizzurno:
«Como todos los días llegué a la Escuela, vi que algo raro pasaba, mucha gente en la dirección, pero entrábamos como era habitual al aula y esa circunstancia pasó por alto. Al promediar la tarde llegó a nuestro salón el señor director en compañía de un señor alto, espigado, con una maravillosa cabeza blanca, unas manos cuidadas, blancas, grandes, expresivas. Nosotros
estábamos leyendo. Preguntó: - ¿Qué libro leen?; - Pininos, contestamos; ¿Quién lo hizo? ... Como no conocíamos todas las letras, aun mirando la tapa no supimos responder. Entonces nos dijo: - queridos niños, al Pininos lo hice yo. Soy Pablo Pizzurno».