Desde fines de los años veinte y en especial durante la década de 1930, fueron preferentemente los músicos más admirados y las voces más afamadas de nuestra canción
popular quienes congregaron en el Verdi a públicos entusiastas, engrosados por aficionados de poblaciones vecinas. Una de las primeras visitas se prdujo en 1928, cuando ofrecieron un recital Libertad Lamarque y Pedro Maffia,, el mago del bandoneón, con la pareja de baile Deli Bucino y el dúo criollo formado por un gran amigo de Gardel, Cristino Tapia, y Elisa Orellana. En el mismo año estuvo el bandoneonista, director, compositor y autor teatral Juan Pacho Maglio, con el concurso del chansonnier Nicolás Gianastasio y poco después Francisco Canaro con su afamada orquesta, que contaba con intérpretes de valía, como Vicente Greco, Ciriaco Ortiz, los hermanos Bianchi y Osvaldo Fresedo, la que ya había concretado giras por Francia y Estados Unidos. El 14 de enero de 1930, un día antes de que disertara en la sala don Alfredo Palacios, se produjo la histórica visita de Carlos Gardel, con sus afamados guitarristas el Indio José María Aguilar y el Negro Guillermo Barbieri, después de sus triunfales presentaciones en España y Francia. La brevedad que exige esta apretada reseña, impide evocar el rico anecdotario que acompañó esa visita, narrado en uno de los capítulos del libro El Verdi que quien escribe publicara en el año 2008. Es posible señalar que el cantor retornó a Cañada en 1933.
En la misma temporada en que cantó Gardel, pasaron con éxito por el Verdi Azucena Maizani, la Ñata Gaucha, y Libertad Lamarque. En 1931 tocó en el Verdi el notable pianista Enrique Delfi Delfino, conocido como el humorista del tango. Un par de años después se produjo otra memorable visita, la de Agustín Magaldi, actuando también en la sala el notable dúo mexicano Blanca Muñoz. Otra inolvidable actuación se registró en 1933 cuando se presentó Ignacio Corsini, un siciliano que se inició cantando canciones camperas y que desde 1922 fue un admirable intérprete del tango-canción. Por entonces, y después en 1938, también se presentó la compañía de revistas de Paquita Garzón, cuyas bailarinas fueron espiadas por algunos varones de la vecina Escuela Normal, quienes además se apoderaron de prendas íntimas de las chicas y las colgaron traviesamente en las galerías del establecimiento… En 1934 se presentó el afamado dúo Gómez- Vila y retornó Azucena Maizani. Otra notable intérprete del tango, Mercedes Simone, cantó en 1936, quien en marzo y julio del año siguiente volvió a actuar, un par de meses antes de la segunda visita de Ignacio Corsini. En junio de produjo el esperado retorno de Agustín Magaldi, algo antes de la actuación del acordeonista Feliciano Brunelli con su conjunto.
En 1939 fue muy aplaudida la orquesta de Francisco Lomuto y también tuvo una aplaudida actuación la excelente cancionista Sabina Olmos. En 1940 retornó Libertad Lamarque, acompañada por la gran orquesta de tango que dirigía su esposo Alfredo Malerba, y después se presentaron Charlo, es decir Carlos Pérez de la Riestra (1940), Julio de Caro con su orquesta (1941), Alberto Castillo (1944), Eduardo Falú (1954), Ariel Ramírez (1959 y 1962), cerrando la etapa en que los recitales de tango y folklore alcanzaron mayor brillo en el Verdi. Debe expresarse, al respecto, un especial reconocimiento a los empresarios de la sala, por poco tiempo Pedro Laguna y desde la apertura del Teatro hasta 1960 Vicente Matrone, que la administraron con mucho criterio y acierto y concretaron un formidable aporte a la cultura local. En tiempos más recientes, durante la segunda intendencia de Gerardo Cabezudo, fueron ovacionados Opus Cuatro (1978), Los Trovadores y Buenos Aires 8 (1980), Cantoral y Marián Farías Gómez (1981), la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto, dirigida por el Mº Miguel Angel Gilardi (1979) y el Conjunto de Jazz Swing 39 de Buenos Aires .
Entre los conciertos más memorables estuvieron, al promediar la década de 1930, la presentación de los Niños Cantores de Viena, bajo la dirección del Mº Georg Gruber y del coro ruso Los Cosacos del Don, conducido por otro eminente maestro, Nicolas
Kostukoff (1936). Otro conjunto vocal de ese país, Los Cosacos del Caúcaso, estuvo en 1964. También fueron aplaudidos en el Verdi afamados solistas o Conjuntos de cámara, como Héctor Ruiz Díaz, piano, y Pedro Vidal, violín (1937), Zaira Senac, violín y Carola Arias Blanco, piano (1938); Pablo A. Maldonado, violín, con Carlos Berrini, piano y Marcelo Boasso, piano (1939); Federico Dávila Miranda, primer violín del Colón, Armando Russo, violín y Carlos A. Berrini, piano (1943); Pedro Farruggia, cello, y Ariminda Canteros, piano (1945 y, Emilio Alessio, violín (1936).
Durante las intendencias de Gerardo Cabezudo (1958-62 y 1976-82) se presentó en más de una ocasión la Orquesta Sinfónica Provincial de Rosario y también, de la Sinfónica Provincial de Santa Fe, conducida por el Mº Washington Castro, que retornó al año siguiente, ocasión en que Aldo Antognazzi fue solista del primer concierto para piano y orquesta de la historia de la Ciudad, y también la de Juventudes Musicales, con dirección de Guillermo Scarabino y Eduardo Delgado al piano, en calidad de solista. La Sinfónica Provincial de Rosario estuvo por primera vez, conducida por el Mº Tomás Santesteban con Héctor Rivera al piano en 1960, retornando bajo la dirección de los maestros Blech (1961), Jacques Bodmer, director de la Filarmónica de Barcelona (1962), el ya mencionado Santesteban (1964), Juan Carlos Zorzi (1978, 1980, 1987) y de otros maestros en fechas más recientes. Y el 28 de octubre de 1993 brindó un excepcional concierto la Camerata Bariloche, en adhesión al 110º aniversario de la Asociación Italiana.
Entre los coros que actuaron en el Verdi se recuerda a varios de Rosario, como el de la Asociación Coral por Luis Milici (1942); Lagún Artean; Mixto Rosarino y Estable de Rosario, bajo la dirección de los maestros Constantino Lusardi, Juan Untersander y Cristian Hernández Larguía, respectivamente (1961); Extensión Cultural Artísitca de las Rosas y polifónicos de Galvez y de San Jorge, conducidos por los maestros Guillermo Scarabino, Héctor Nardi y Domingo Scarafia (1962); Pro Música de Rosario, bajo la dirección del Mº Cristian Hernández Larguía (1967 y 1977) y Polifónico de Santa Fe, con dirección del Mº Francisco Maragno (1968). Entre los coros cañadenses que se presentaron en el Verdi, la memoria colectiva de la Ciudad recuerda especialmente los de la Escuela Normal, dirigidos por el Mº Alfredo Saybene o la prof. María Rosa Pellegrini de Echenique, durante las décadas que van de los años treinta a los cincuenta, el Coro Estable de la Asociación Cultural, bajo la conducción de Inda Sicbaldi de Giordano a partir de la del sesenta.y también el Coro de Cámara Cañada de Gómez que dirigía el Mº Cristian Hernández Larguía. En tiempos más cercanos a nosotros, po puede olvidarse el paso por el Verdi del Coro de la Asociación Italiana y de la Agrupación Vocal Abierta, ambos dirigidos por el Mº Ramiro Chinetti.
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Por ley del año 2000 el Verdi fue declarado Monumento Histórico Provincial, y antes de que finalizara esa década quien esto escribe publicó su libro El Verdi – Historia del cine-teatro de Cañada de Gómez y sus recordables visitantes (1925-2008), donando a la Asociación Italiana el producido de la venta de todos sus ejemplares. La obra mereció dos notas muy elogiosas en La Nación, firmadas por los eminentes críticos Ernesto Schoo (teatro) y Pola Suárez Urtobey (música) A cien años de la inauguración del Teatro Verdi, tiene sentido recordar con gratitud a don Ferrucio Ardigó, a los visionarios directivos de la Unione e Benevolenza que lo acompañaron en la realización de la admirable obra; a los cañadenses de entonces que supieron comprenderlos y apoyarlos; al talentoso Ing. Dante Ardigó que lo concibiera y dirigiera la obra con tanto acierto, y a los tan eficientes hermanos Alberto y Pedro Franzinelli que la ejecutaron con mucha eficiencia, y a los antes mencionados empresarios de la sala, todos los cuales hicieron posible que la joven
Ciudad contara con un teatro que, como expresara a quien escribe el escritor Eduardo Gudiño Kieffer al conocerlo “es digno de una capital de provincia”; que además atesora una ponderable trayectoria y un rico historial enriquecido por innumerables visitantes ilustres, y que constituye un generoso legado de la colectividad italiana que debemos contribuir a mantener y preservar, ya que es sin duda uno de los bienes más preciados del patrimonio arquitectónico y cultural de Cañada de Gómez.