Nota 1 Por Gerardo Álvarez
Desde hace años, quien esto escribe atesora entre sus libros un ejemplar editado en noviembre de 1923 por la Revista de Derecho, Historia y Letras de
Buenos Aires que había fundado y dirigido Estanislao S. Zeballos, fallecido el 4 de octubre de ese año en Liverpool, publicación que tuvo carácter de póstumo homenaje a ese destacado hombre público, emblemática figura literaria y política de la Generación del Ochenta que había nacido en Rosario, el 27 de julio de 1854.
Entre las semblanzas y retratos que enaltecieron al distinguido hombre público y notable intelectual desaparecido en ese ejemplar, que jerarquizaron trabajos firmados por el presidente Marcelo de Alvear y el ex presidente Agustín P. Justo, Arturo Capdevila, Ángel Gallardo, Vicente C. Gallo, Martiniano Leguizamón, Leopoldo Lugones, Gustavo Martínez Zuviría, Pastor S. Obligado, David Peña, Pablo Ricchieri, Francisco A. Barroetaveña y otras prestigiosas personalidades, el que impresionó más vivamente al autor de este trabajo fue el de este último, recordado fundador de la Unión Cívica de la Juventud y de la Unión Cívica Radical quien, tras afirmar que «desde 1873 y durante medio siglo, este destacado compatriota figura en todos los acontecimientos políticos del país», señaló:
«En el mitín, en las columnas de los diarios, especialmente de “La Prensa”, en la cátedra y en numerosas revistas, en las sesiones del Congreso y en conferencias resonaba vibrante y abundosa, la acción erudita y patriótica del doctor Zeballos, entre los luchadores de primera fila, con pleno dominio de la historia, de la doctrina, de los caros intereses nacionales (…)1.
Siendo adolescente, una beca que le otorgara el progresista gobernador santafesino Nicasio Oroño le permitió formarse en el Colegio Nacional de Buenos Aires, y después se graduó como abogado en 1874. Estuvo entre los inspiradores de la Sociedad Científica Argentina, creada por Sarmiento, y colaboró estrechamente con la Oficina Topográfica Militar y con el naturalista alemán Germán Burmeister, fundador del Museo Argentino de Ciencias Naturales. Fue uno de los revolucionarios que se sublevaron con Mitre en 1874. Como legislador tuvo una actuación muy destacada, especialmente entre 1912 y 1916, afirmando en una de sus intervenciones que «en materia de protección de los capitales extranjeros el país ha ido hasta la abdicación de su soberanía y de su dignidad». Y fue muy recordable su desempeño como ministro de Relaciones Exteriores en tres oportunidades, durante las presidencias de Juárez Celman, Pellegrini y Figueroa Alcorta, el que suscitó elogios y críticas pero determinó que uno de quienes lo cuestionaron, Pablo Lazarte, reconociera que «su posición activa en defensa de los límites de su país, abandonando la actitud negligente de sus antecesores, fue interpretada por Chile y Brasil como generación de conflictos que antes no existían»2. También se opuso, como ministro y después como publicista, al crecimiento del predominio norteamericano, y a todo acuerdo que obstaculizara los entrañables vínculos que unían a la Argentina con Europa.
Durante toda su vida fue un prestigioso periodista de La Prensa, siendo un consecuente amigo de su director, José C. Paz. Y en sus últimos años se desempeñó
como decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, donde prestigió su cátedra de Derecho Internacional Privado3.
Otro párrafo de las inspiradas páginas que le dedicara Barroetaveña, señaló además que:
»Su laboriosidad infatigable, lo llevaba a cultivar la literatura de viajes, exploraciones, novelas (…) La producción mental del doctor Zeballos, en el diarismo, en la cátedra, en la oratoria difusa, en revistas, correspondencias, libros y epístolas, formaría una respetable biblioteca, de erudición enciclopédica; caudalosa, pintoresca, desbordante, con fallas, errores, y apasionamientos, entre mucho bueno, pero con ilustración y cultura recomendables, pocas veces perturbadas por la ofuscación y el encono, pues siempre le animaban sentimientos patrióticos»4.
Un aspecto de su acción como escritor que le valió muchos cuestionamientos, fue su condición de ideólogo de la Conquista del Desierto, ya que en 1879 dio a conocer La conquista de quince mil leguas, obra en la que «preconiza la necesidad de trasladar la frontera hasta las márgenes de Río Negro, empujando a los araucanos cada vez más hacia los confines de la Patagonia»5, y sostiene que había llegado «La oportunidad de explorar la Pampa y las regiones andinas desde Mendoza al Nahuel Huapi» y que era factible «acometer la tarea sin sacrificios y sin peligros, a la sombra de la bandera nacional, conducida en triunfo por nuestros soldados en nombre de la civilización, para suprimir el desierto y anonadar la barbarie»6.
Después de publicar el libro antes mencionado sobre la Patagonia y consciente de la necesidad de afirmar sobre sus despobladas extensiones la soberanía nacional, escribió el Viaje al país de los araucanos, La rejión del trigo y A través de las cabañas, las tres obras que integran la trilogía Descripción amena de la República Argentina. Y sus libros sobre la cuestión indígena, Calfucurá y la dinastía de los piedra, 1884; Painé y la dinastía de los zorros, 1886; y Reimú, reina de los pinares, 1888, que tienen el carácter de crónicas noveladas, no se destacaron sólo en el plano literario, sino también por sus detalladas informaciones sobre loa indios y las tierras que ocupaban7,
En uno de esos libros, La rejión del trigo, Zeballos vertió las agradables y estimulantes impresiones que le causaran Las colonias del Gran Central, establecidas en parajes del pago de los Desmochados que el conociera desde su más temprana edad. Pero antes, en el inicio de su segundo capítulo, La Candelaria, deslizó sus evocaciones de una tarde para él inolvidable, la del 25 de septiembre de 1864 –cuando tenía sólo diez años– en la que «palpitaba una «estraña agitación en las estancias de los distritos limítrofes de los Desmochados y la Candelaria, sobre ambas márgenes del Carcarañá», agitación que también afectaba en la de don Juan Martínez, situada al norte del río, frente a la posta de Arequito, donde los peones recogían las haciendas vacunas, mientras los ganados más alejados eran espantados por otros jinetes «hacia los fondos solitarios de estos campos, que caían al distrito de la Cañada de Gómez». Su vibrante descripción señaló también que las pesadas tropas de carretas,
«… se apartaban de las hondas y trilladas huellas y acampaban al pié mismo de las azoteas, y de todos lados converjían a refugiarse en ellas grupos de familias atribuladas y sollozantes, que abandonaban sus hogares de paja y barro y traían en gruesos atados sus mejores prendas y vestidos»8.
1 BARROETAVEÑA, FRANCISCO A.: El Dr. Estanislao S. Zeballos – Celebridad sudamericana, en Revista de Derecho Historia y Letras, Año XXV, Noviembre de 1928, Tomo LXXVI, Buenos Aires, p. 271.
2 La Capital, Rosario, 18 de septiembre de 2018, «Hombres y mujeres de Rosario - Nº 3 – Estanislao Zeballos
3 Ibíd.
4 BARROETAVEÑA, F. A: Ibíd.
5 La Capital, óp. cit.
6 ZEBALLOS, ESTANISLAO S.: La conquista de quince mil leguas, 1878.
7 La Capital, óp. cit.
8 ZEBALLOS, ESTANISLAO S.: La región del trigo, Hyspamérica, Madrid, 1984, p. 23 y s.