Hace unos días, al conmemorarse el Día del Fisicoculturista, nos vino a la mente aquel vecino que, a principios de los 80, en el garage de
su casa en Alberdi al 500, comenzó a instalar un gimnasio con maquinaria construida a partir de poleas de cosechadora. De manera gratuita, invitaba a los jóvenes a practicar esta actividad, promoviendo hábitos saludables a partir de la creatividad y la generosidad, valores que con el tiempo apreciamos aún más.
Esta memoria motivó una charla de café sobre su legado. Hugo Bonfigli, nos relata en nota adjunta, que el verdadero pionero fue Guillermo Rivera, coincidiendo ambos, que fue un adelantado de la época, no solo en su vida atlética, sino como persona y vecino.
Sus historias, son un claro ejemplo de cómo la pasión y el ingenio pueden dejar un legado duradero en nuestra ciudad ❤️.
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