Evangelio según San Marcos 12,28b-34.

Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?».


Jesús respondió: "El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor;
y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas.
El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos".
El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él,
y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios".
Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Bulle Benedicto XVI
papa 2005-2013
Encíclica «Deus caritas est» § 17 – 18

Amar a Dios y amar a su prójimo
La historia del amor entre Dios y el hombre consiste en el hecho que esta comunión crece con la comunión de pensamiento y de sentimiento, y así nuestro querer y la voluntad de Dios coinciden cada vez más: la voluntad de Dios ya no es para mí una voluntad extraña cuyos mandamientos se imponen desde el exterior, sino que es mi propia voluntad basada en la experiencia de que, de hecho, Dios me es más íntimo que yo a mí mismo (San Agustín). Es entonces cuando crece el abandono en Dios el cual pasa a ser nuestro gozo. (cf Sl 72, 23-28).
Así se nos revela posible el amor al prójimo en el sentido definido por la Biblia, por Jesús. Consiste precisamente en el hecho que, en Dios y con Dios, yo amo también a la persona que no aprecio e incluso que ni tan sólo conozco. Esto no se puede dar si no es a partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que llega a ser comunión de voluntad y llega a afectar el sentimiento. Es entonces cuando aprendo a mirar a esta otra persona no solamente con mis ojos y mis sentimientos, sino según la perspectiva de Jesucristo: su amigo es mi amigo... Veo con los ojos de Cristo y puedo dar al otro mucho más que las cosas que le son necesarias exteriormente: puedo darle una mirada de amor de la que él tiene necesidad.