Evangelio según San Lucas 13,31-35.
En ese momento se acercaron algunos fariseos que le dijeron: "Aléjate de aquí, porque Herodes quiere matarte".


El les respondió: "Vayan a decir a ese zorro: hoy y mañana expulso a los demonios y realizo curaciones, y al tercer día habré terminado.
Pero debo seguir mi camino hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste!
Por eso, a ustedes la casa les quedará vacía. Les aseguro que ya no me verán más, hasta que llegue el día en que digan: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!".

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

San Jerónimo (347-420)
sacerdote, traductor de la Biblia, doctor de la Iglesia
Carta 58, 2-4 ; PL 22, 580-582

« La Jerusalén de arriba es libre; esa es nuestra madre » (Ga 4,26)
No nos debemos felicitar por haber estado en Jerusalén, sino por haber vivido bien en ella. La ciudad que debemos buscar no es la que mató a los profetas y derramado la sangre de Cristo, sino la que pone en alborozo un río impetuoso, la que, construida sobre un monte, no puede quedar escondida, aquella que el apóstol Pablo proclama la madre de los santos y en la que él mismo se alegra de residir juntamente con los justos (Sl 45,5; Mt 5,14; Ga 4,26)... No me atrevería a limitar el poder ilimitado de Dios, a quien el mismo cielo no puede contener, a un lugar determinado o a confinarlo a un pequeño rincón de la tierra. Cada creyente es apreciado según el mérito de su fe y no por el lugar en que habita; y los verdaderos adoradores no tienen necesidad ni de Jerusalén ni de Garizim para adorar al Padre, porque «Dios es espíritu» y sus adoradores deben «adorarlo en esíritu y en verdad» (Jn 4,21-23). Y tambien, «el Espíritu sopla donde quiere» (Jn 3,8) y «del Señor es la tierra y cuanto la llena» (Sl 23,1)...
Los santos lugares de la cruz y la resurrección sólo son útiles a los que llevan su cruz, resucitan con Cristo cada día y dan muestras de ser dignos de habitar en tales sitios. En cuanto a los que dicen «El Templo del Señor, el Templo del Señor, el Templo del Señor» (Jr 7,4), que escuchen esta palabra del apóstol: «Vosotros sois el templo de Dios si el Espíritu de Dios habita en vosotros» (1Co 3,16)...
No creas, pues, que le falta algo a tu fe si no has visto Jerusalén y no creas que yo soy mejor por el hecho de vivir en este lugar. Sino que aquí o donde sea recibirás la recompensa según sean tus obras delante de Dios.