Evangelio según San Mateo 28,16-20.
En aquel tiempo, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado.


Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron.
Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.
Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo".

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

Leer el comentario del Evangelio por :
Beato John Henry Newman (1801-1890), teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra
Lecturas de Justificación, nº 9,9

Nuestra vida «desde ahora escondida con Cristo en Dios» (Col 3,3)

Cristo, que había prometido que sus discípulos llegarían a ser, con él, uno en Dios; que había prometido que estaríamos en Dios y Dios en nosotros, ha realizado ya esta promesa para nosotros. De manera misteriosa llevó a término esta gran obra, este sorprendente privilegio. Parece que lo realizó al subir al Padre, en su ascensión corporal y su descenso espiritual, y que la asunción de nuestra naturaleza hasta Dios es al mismo tiempo el descenso de Dios hasta nosotros. Se podría decir que, aunque en sentido oscuro, nos ha llevado verdaderamente hasta Dios y ha hecho que Dios se llegara a nosotros; depende del punto de vista en que nos situemos.
Así pues, cuando san Pablo dice que «nuestra vida está escondida con Cristo en Dios» (Col 3,3), se podría entender con ello que nuestro principio de existencia ya no es un principio mortal y terrestre, tal como el de Adán después de la caída, sino que somos bautizados y escondidos de nuevo en la gloria de Dios, en esta pura luz de su presencia la cual perdimos con la caída de Adán. Somos creados de nuevo, transformados, espiritualizados, glorificados en la naturaleza divina. Por Cristo recibimos, como por un canal, la verdadera presencia de Dios, tanto dentro de nosotros como fuera de nosotros; estamos impregnados de santidad y de inmortalidad.
Y esta es nuestra justificación: nuestra subida por Cristo hasta Dios o el descenso de Dios, por Cristo, hasta nosotros; lo podemos decir de una u otra manera... Estamos en él y él en nosotros; Cristo es «el único Mediador» (1Tm 2,5), «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14,6) uniendo la tierra con el cielo. Esta es nuestra verdadera justificación –no tan sólo el perdón o el favor, no solamente una santificación interior- ... sino el hecho de estar nosotros habitados por nuestro Señor glorificado. Este es el gran don de Dios.