Me veo casi en la absoluta imposibilidad de poder expresar la obra del amado. El infinitoamor, con la inmensidad de su fuerza, ha

conquistado al fin la dureza de mi alma; y me veo anulado y reducido a la impotencia.

Él se va derramando totalmente en el pequeño vaso de esta criatura, que sufre un martirio indecible y que se ve incapaz de llevar el peso de este inmenso amor. ¡Oh!

¿Quién vendrá a sostenerme? ¿Qué haré para llevar al infinito en mi pequeño corazón?

¿Qué haré para guardarlo siempre en la estrecha celda de mi alma?-

(12 de enero de 1919, al P. Benedetto da San Marco in Lamis, Ep. I, 1111)