"Vuelvo a inculcaros una vez más la confianza; nada puede temer el alma que confía en su Señor y que pone en él su esperanza. Aunque el

enemigo de nuestra salvación esté siempre rondándonos para arrancarnos de nuestro corazón el ancla que debe conducirnos a la salvación, quiero afirmar la confianza en Dios nuestro Padre: agarremos con fuerza esta ancla y no permitamos nunca que nos abandone ni un solo instante; de otro modo todo estaría perdido."