625f2256-7529-4d63-b52d-795b8b14e2c9.jpg

✝️Señal de la cruz
Padre nuestro

🟣1. Oración introductoria a San Pio de Pietrelcina, del Cardenal Angelo Comastri

 

Padre Pío, tú viviste en el siglo del orgullo y fuiste humilde.

Padre Pío, Tú pasaste entre nosotros en la época de las riquezas y permaneciste pobre.

Padre Pío, junto a ti, ninguno oía la Voz, y Tú hablabas con Dios. Cerca de ti ninguno vería la Luz y tú veías a Dios.

Padre Pío, mientras nosotros corríamos afanosos, tú te quedabas de rodillas y veías el amor de Dios, clavado en un Madero, herido en las manos, en los pies y en el corazón, para siempre !

Padre Pío, ayúdanos a llorar delante de la Cruz, ayúdanos a creer delante del Amor, ayúdanos a sentir la Misa como llanto de Dios, ayúdanos a buscar el perdón como abrazo de paz, ayúdanos a ser cristianos con las heridas que derraman sangre de caridad fiel y silenciosa, como las heridas de Dios !

Amén

 

🟣La devoción a Dios Padre

Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra (Mt 11,25)

El venerado Padre Pío fue bautizado a las 6 horas del día 26 de mayo de 1887. Desde aquella mañana, la santísima Trinidad comenzó a habitar en el alma del Padre Pío como en un templo, y el Padre Pío comenzó a cultivar una tierna devoción a cada una y a las tres augustísimas Personas.
Hacia Dios Padre tuvo siempre una gran devoción, ungida de respeto profundo y de amor filial.
El Padre del cielo ocupaba el centro de su corazón y era el que actuaba y obraba de forma inmediata en su alma. El 9 de febrero de 1914, en un escrito al padre Agustín, el venerado Padre le comunicaba: «Ahora es el mismo Dios el que de forma inmediata, sin la mediación de los sentidos internos o externos, actúa y obra en lo profundo de mi alma... Lo que yo logro decir de esta mi situación actual es que el anhelo de mi alma se orienta, no a alguna otra realidad, sino solamente a Dios; que experimenta que todo su ser está centrado y ensimismado en Dios» (Epist. I,453).
Por lo mismo, si Dios Padre ocupaba el centro de su alma, es a él, al Padre del cielo, a quien el Padre Pío dirigía sus súplicas y sus alabanzas. El 16 de noviembre de 1914, escribía al padre Agustín: «No dejo de insistir dulcemente al corazón del Padre del cielo por su alma y por todas las almas amadas por usted» (Epist. I,505). Y el 12 de mayo de 1915, decía al citado padre Agustín: «Estoy muy contento por los bienes que tantas almas han recibido del Padre de las luces. A él, al Padre del cielo, suba una alabanza sempiterna» (Epist. I,471).
Totalmente imbuido del pensamiento de que la primera Persona de la santísima Trinidad habitaba y actuaba en su alma, el Padre Pío «no deseaba otra cosa que agradar a Dios, padre y creador nuestro» (Epist. I,652).
Y este buen Padre, que amaba al humilde hermanito de Pietrelcina, lo colocaba en la cruz, como había colocado a su Hijo unigénito, Jesucristo nuestro Señor. El 7 de agosto de 1915, el Padre Pío escribía al padre Benedicto: «Su carta, que me llegó la mañana de pascua, trajo a mi pobre espíritu, por una parte un poco de alivio, ligerísimo por cierto pero capaz de animarme para poder soportar la cruz, en la que el Señor, por su misericordia, ha querido colocarme, si no con ánimo alegre, al menos con fortaleza de espíritu. Y por esto, sea bendita por siempre la bondad del Padre del cielo» (Epist. I,556).
Pero este buen Padre del cielo, que desea vehementemente lo mejor para su Siervo fiel, puso por entero su proyecto de salvación en las manos de María. Escuchemos de nuevo el testimonio del venerado Padre. El 9 de mayo de 1915, escribe al padre Agustín: «Vive Dios, que ha puesto el proyecto de mi salvación, el éxito de la victoria, en las manos de nuestra Madre del cielo. Protegido y guiado por una Madre tan tierna, lucharé hasta que Dios quiera, con la seguridad y la confianza de que, con esta Madre, no sucumbiré jamás. Padre, si, mirándola desde este destierro, se aleja la esperanza de la victoria, cuando se la contempla desde la casa de Dios, bajo la protección de esta Madre santísima, ¡cómo está cerca y es segura!» (Epist. I,576).
Bajo la protección de María santísima, el venerado Padre vivió hasta la avanzada edad de los 81 años, con «Dios fijo siempre en su mente y grabado en su corazón», como él mismo manifestaba al padre Agustín, el 20 de noviembre de 1921. A lo largo de los años, recitó en incontables ocasiones la oración que nos enseñó Jesús: la recitó en la misa, la recitó en el rosario, y en sus oraciones privadas. La cantó en su última misa, la mañana del día 22 de septiembre de 1968, la recitó en alta voz la tarde de su muerte, una muerte largamente esperada y suplicada.

 

🟣2. Oración final para cada día

Oh Glorioso San Pio de Pietrelcina, Sos el Santo de este nuevo milenio, sos nuestro amigo, consuelo de nuestras almas, ayuda de nosotros pecadores, que por tu sufrimiento comprendes muy bien nuestros sufrimientos, A vos confiamos nuestras peticiones y aquellas de nuestros seres queridos. A vos confiamos nuestro espíritu para hacerlo capaz de soportar todas las penas que tenemos en el corazón. A vos confiamos la súplica de presentar nuestra alma a la Virgen de las Gracias para obtener del Señor la eterna salvación A vos confiamos nuestras intenciones intercede por nosotros para obtener de la Bondad Divina la gracia (…) que ardientemente deseamos. Acógenos bajo tu protección, defiéndenos de las asechanzas del maligno y sobre todo intercede delante del Altísimo para que con el perdón de nuestros pecados lleguemos a perseverar en el camino del bien.

Ave María- Gloria al Padre

Grupos de oración de San Pio de Pietrelcina - Animación en Argentina 2022