
Con motivo de tu adiós se me hace, imagino que ya estarás en alguna muy blanca nube pintando atardeceres cañadenses o algún rostro de tu gusto siempre estético.
Aún recuerdo tus clases de dibujo y pintura allá en tu vieja casa del callejón Ballesteros, enseñando tu arte a tantos chicos que, como yo, disfrutábamos de esos días de acuarela, óleo y aguarrás cuyos aromas todavía percibo cuando te nombro.
Tu pasó por esta vida dejó una huella imborrable, no sólo como una soberbia artista, exquisita y maravillosa retratista, sino como un ser amable, cordial y cómo ciertos sabios con un gran sentido del humor, reflejado en aquellos cuentos picarescos que mucho te gustaba contarlos.
Te vas Elede, pero ofreces la imágen inolvidable de alguien que deja el recuerdo grato de haber hecho más placenteros los días de quienes te conocimos, admiramos y quisimos... Chau Elede. Descansa en paz. Coco González




































