Captura de pantalla 2024-09-24 094903.jpg

Había nacido el 5 de marzo de 1942 en el barrio cercano al actual estadio de la actual Asociación Deportiva Everton Olimpia, por aquellos años Everton Central Argentino,

cuya cancha estaba ubicada en ese entonces cerca de la Ruta 9, en el Barrio Bianchi. Sus padres fueron Alfredo Botazzi, ferroviario como él, y Teresa Ortega,

Se inició en las inferiores del Sport Club en 1956, cuando tenía catorce años., y desde 1958 a 1962 comenzó a destacarse en Everton. Sobre esta etapa de su carrera solía relatar una increíble “travesura”:

«Siendo todavía muy pibe y jugando para Everton un partido de segunda división contra Villa Eloísa, el arquero de ellos, que creo se llamaba Basso, detuvo una pelota y yo pasé de largo, y quedé detrás de él cuando va a pegarle para mandarla al centro, la levanta y yo se la saco con la mano y de espaldas al arco se la mando adentro. El árbitro no se dio cuenta porque se volvía, vio la pelota adentro y marcó el gol. Este arquero que era grandote y yo todavía muy flaquito me sacó corriendo por toda la cancha, me quería “matar».

Después se reincorporó a Sport, siendo éste, a su criterio, el equipo más destacado de la Liga en 1959, y el Sport de 1963 el mejor equipo que integró. Desde 1964 a 1967 tuvo un destacado desempeño en Everton, y por entonces, en 1966, se casó con Gloria Fernández. Sport lo adquirió nuevamente en 1968, y allí comenzó la última etapa de su brillante trayectoria, a la que puso fin en 1974. De sus compañeros valoró mucho a Eduardo Quitalo Santucho, a quien consideró siempre como el mejor jugador de la Liga Cañadense. Y de ese tiempo recordaba que allá por el ´69 «Yo había vuelto a Sport y las cosas no me salían bien. Quizá por la ubicación en la cancha (me habían puesto de puntero izquierdo) un día me cita Valentín Terradez (Presidente de Sport) y me dice “Pibe, que querés que te ponga la camiseta de Everton debajo de la celeste para que juegues bien” (recordando los goles que siempre había hecho jugando para el Portaviones). Tocado en el amor propio, empecé a jugar cada vez mejor y fui siempre titular hasta que dejé en el ´74».

A ese tiempo de Quiquino como futbolista hizo referencia un recordado jugador, técnico y periodista deportivo, Nelson Chiche Gómez al señalar que fue:

«Un Nº 10 con buen físico y también con un tranco muy importante, un zurdo característico, elegante, buen trato de la pelota, buena pegada desde afuera, pero por sobre todo en los tiros libres. Cómo le pegaba de punta, bárbaro! Lo vi hacer goles estupendos, pero el que me quedó grabado fue uno que hizo en un nocturno, en cancha de Sport jugaba con Everton, Quiquino en el Portaviones, el tiro libre de más o menos 40 mts., en posición de Nº 10 arco Sur, le pegó de punta y la clavó en el ángulo, nada pudo hacer Baiochi con su volada».

Pero ahí no concluiría su notable trayectoria en el fútbol local, ya que junto a Daniel Paredes conduciría los equipos de Sport en 1977 y 1978, teniendo la satisfacción de que sus dirigidos fueran en el primero de esos años campeones de primera y segunda división.

En su meritoria carrera deportiva, Quiquino tuvo atractivas propuestas de clubes porteños. Después de un inolvidable partido que Sport disputó con River, en 1972, fue «apalabrado» por dirigentes de ese club, pero no pudo ser porque Botazzi tenía más de treinta años… A la segunda hizo referencia una nota de Estrella del 23 de marzo de 1962, la que expresaba:

«Botazzi y Gasparetti jugaron en Chacarita el día 7 frente al Club Almagro. Ganó el equipo funebrero por 2 a 1 y Botazzi hizo un golazo extraordinario, llenando los ojos de los directivos chacaritenses. El día 13 fue telegrafiado Botazzi de que bajara a Buenos Aires a “conversar” y el día 14 fue citado Gasparetti. Resta esperar que no haya obstáculos y pronto los veamos brillar donde merecen, en la meca del fútbol profesional argentino. Lo merecen por ser valores sobresalientes y muchachos queridos».

Al respecto Quiquino supo comentar: «No fui a la citación, lo dejé pasar y después comprendí que estas cosas suceden una sola vez y no se deben desaprovechar».

Antes de concluir esta reseña de la vida deportiva de Quiquino, cabe agradecer a Juan Carlos González que en sus últimos años le entregara copia de páginas de Estrella en que se lo nombraba y que su esposa Gloria facilitó a quien esto escribe para que redactara esta despedida.

En sus últimos años Quiquino padeció con entereza una dura y larga enfermedad, y los cuidados de su esposa Gloria, el afecto que le prodigaban sus hijos y nietos y el encuentro cotidiano con amigos y jugadores de su tiempo en el concurrido bar de Ocampo o Sarmiento, lo ayudaron a soportarla, con resignación y entereza, hasta sus últimos días.

Gerardo Álvarez