"En resumen, no filosoféis sobre vuestros defectos y tampoco repliquéis; continuad vuestro camino sin rodeos. No. Dios no puede abandonaros cuando vosotros, por no
perderlo, permanecéis firmes en vuestras decisiones. Que el mundo se destruya, que todo esté en tinieblas, en humo, en confusión..., pero Dios está con nosotros. ¿De qué, pues, vamos a tener miedo? Si Dios habita en las tinieblas y sobre el monte Sinaí, entre relámpagos y truenos, ¿no debemos estar contentos sabiendo que estamos cerca de él?" (Epist.III, p.580).