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Cayó la lluvia, breve y callada desde la madrugada,

veinte milímetros de voz apagada en la Cañada.

Con un sol, pasadas las once,

que pica la piel con su cálido bronce.

Veintiocho arriba, veintiuno abajo,

el aire denso, el cielo opaco.

Anuncian más agua, quién sabe hasta cuándo,

Cañada espera, mirando a lo alto.