
Sol rajante, rey inclemente,
quema la tierra, arde la gente.
Treinta y tres en su fulgor,
el aire espeso, denso el calor.
A las diez, ya son veintiocho,
el día avanza, sin un reproche.
Pocas nubes danzan lentas,
sombras breves, brisa se ausenta.
Cañada sueña con lluvia en sábado,
gota a gota, un dulce bálsamo.
Pero hoy el fuego sigue en su trono,
el cielo brilla, dorado y solo.




































