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Nos lo envía una lectora

El cielo hoy amaneció con una fiesta silenciosa.

Un alma gigante, vestida de sencillez, atravesó las puertas de la eternidad.

El Papa Francisco partió — y con él, sube al cielo la sonrisa de un hombre que hizo del amor su misión.

 

En un mundo lleno de ruido, él eligió escuchar.
En tiempos de vanidad, se revistió de humildad.
En tiempos de muros, construyó puentes.

Fue la voz de los que no tenían voz.
Fue el abrazo de los olvidados, la mirada de los marginados, el pastor de los que andaban perdidos.

Y partió un día después de la Pascua.
Como quien espera la victoria de la Vida para, por fin, descansar en los brazos del Padre.
Hay un misterio en eso. Una señal. Una despedida que lleva la Resurrección en sus alas.

Que Dios lo reciba con ternura.
Que los ángeles entonen cantos de gratitud.
Y que nosotros, aquí en la tierra, sepamos continuar su legado:
amar sin medida, cuidar sin distinción, sonreír incluso con el corazón cansado.

Ve en paz, Santo Padre.
Y ruega por nosotros

 

BENDICIONES🌹🌹🌹🙏🏻🕯🕊