En un rincón lleno de historia y memoria educativa, la docente Mabel Tontarelli recuerda con emoción sus décadas dedicados a la enseñanza.
Desde sus primeros pasos como maestra en 1970, en la Escuela Almafuerte, hasta su retiro en 2008, Mabel se destacó por su pasión y compromiso con cada uno de sus alumnos.
“Ser maestra no es solo un trabajo; es una vocación que nace con uno. Desde chica enseñaba a mis muñecas y ya se notaba mi amor por enseñar”, recuerda. A lo largo de su carrera, trabajó en diversas escuelas de la región, incluyendo escuelas de campo en Villa Eloísa, Correa y la Escuela Lisandro de la Torre, donde se desempeñó durante 28 años.
La docente también comparte recuerdos entrañables ligados a la comunidad: la inauguración del monumento al maestro en 1973, la donación del retoño de la higuera de Paula Albarracín, y los actos escolares donde cada año se acercaba a poner flores y participar de las celebraciones. “Ellos se acuerdan de uno”, dice, refiriéndose a sus exalumnos, quienes lo hacen con cariño varios años después de haber compartido su aula.
Para Mabel Tontarelli, la enseñanza va más allá de transmitir conocimientos: implica sembrar amor, valores y alegría. “Trabajamos con personas, no con papeles. Y hay que hacerlo con amor, porque eso es lo que los niños recordarán siempre”, asegura. Sus referentes, maestras que marcaron su camino, como Pampa Muñoz e Irma Sancrica, fueron ejemplos de la entrega y la pasión que ella misma ha cultivado en su carrera.
Hoy, con siete hijos y nietos, Mabel Tontarelli continúa inspirando a quienes comienzan su camino en la docencia: “Que los nuevos docentes trabajen con amor, que no lo vean como un trabajo, sino como la hermosa oportunidad de acompañar a los chicos en su crecimiento”, aconseja.
Su historia no solo es un homenaje a su trayectoria, sino también un recordatorio del valor y la importancia de quienes, como ella, dedican su vida a educar, amar y transformar generaciones.
Feliz día Mabel...!