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Llueve despacio, como si el cielo pensara,
como si el día dudara en ser día.

Las nubes pesan, el viento calla,
y el aire huele a memoria fría.

Los techos guardan secretos mojados,
hojas caídas que no quieren partir.
Cada gota en el suelo parece un paso,
un rumor antiguo que vuelve a latir.

Es martes, y el mundo parece cansado,
se repliega el sol tras su gris abrigo.
Pero hay algo tierno en lo nublado,
una pausa breve, un silencio amigo.

Llueve despacio —y en cada rincón—
la ciudad suspira bajo su canción.